¿Lo que significa
ser ordenado?
Ensayo
Pr. Benjamin Trinidad
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Dentro de nuestra decisión de servir a la
iglesia, la ordenación es un paréntesis, una gran pausa que marca una nueva época en nuestra vida. Lo entiendo como un rito religioso que simboliza haber sido designado para un cargo señalado, y un reconocimiento de la autoridad de para ese cargo.
Algunos piensan que esta ceremonia añade
alguna gracia, cualidad virtual o sienten que desciende un poder que los
califica inmediatamente para todo trabajo ministerial. Eso es un error fatal,
no hay nada mágico en ello, no nos da más jerarquía como para sentirse
orgulloso o mayor poder, nada de eso. Lo que si pasa es que llega un punto en nuestra
experiencia cristiana cuando Dios nos va a confiar el cumplimiento misional de su iglesia y que para lograr este fin necesitamos ser autorizados por la
iglesia, no solamente para enseñar la Palabra de Dios, sino para cumplir con el
rito del bautismo y para organizar iglesias, siendo investidos con plena
autoridad eclesiástica. Ese reconocimiento tiene que ser público.
La palabra griega que designa esta acción
es “ἐπιθέσεως” que viene de “ἐπίθεσις” se menciona 4 veces, en Hechos 8:18; 1 Timoteo 4:14; 2Timoteo 1:6
y Hebreos 6:2, era una práctica muy usual en el Antiguo Testamento para
bendecir, consagrar y dedicar personas para determinadas funciones (Nm 8:10,
27;18, 23; Gn 48:13), su uso en el Nuevo testamente tiene un significado simbólico
de transferencia de autoridad para una acción determinada, también esta incluye
la idea de bendición que generalmente se realiza con las manos.
Fuimos ordenados para una obra específica,
preparar el pueblo de Dios para su gloriosa venida. Nuestros pastores, como
agentes señalados en nuestra iglesia y en quienes podemos confiar, pusieron sus
manos para cumplir con la voz del Espíritu Santo cuando dijo: “…Apártenme ahora
a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado” (Hechos 13:2, NVI)
Entiendo ahora con más claridad que no debo tener confianza en mí mismo sino en Dios y en ministros quienes lideran su obra,
por ser apartado para el evangelio entiendo que debo seguir con el rumbo
trazado, al igual que otros pastores de antaño y del presente, de expandir el
evangelio en lugares donde las tinieblas han oscurecido por completo la luz de
la verdad.
Puedo entender y oír las palabras del Espíritu
Santo que me habla a través de su sierva diciendo:
¿Qué puede hacer un pastor sin Jesús? Nada, por
cierto. De manera que si es un hombre frívolo, chistoso, no está preparado para
desempeñar la tarea que el Señor le asignó. “Separados de mí—dice Cristo—, nada
podéis hacer”. Las palabras impertinentes que salen de sus labios, las
anécdotas frívolas, las palabras habladas para producir risa, son todas
condenadas por la Palabra de Dios, y están totalmente fuera de lugar en el
púlpito sagrado. Testimonios para Ministros 142.2.
Os digo claramente, hermanos, que a menos que los
ministros estén convertidos, nuestras iglesias serán enfermizas y estarán al
borde de la muerte. El poder de Dios es el único capaz de cambiar el corazón
humano y llenarlo del amor de Cristo. El poder de Dios es el único que puede
corregir y dominar las pasiones y santificar los afectos. Todos los que
ministran deben humillar sus corazones orgullosos, someter su voluntad a la
voluntad de Dios, y ocultar su vida con Cristo en Dios. Ibíd., 143.1
Ministros, por causa de Cristo, comenzad la obra en
favor de vosotros mismos. Por vuestra vida no santificada habéis colocado
piedras de tropiezo delante de vuestros propios hijos y delante de los no
creyentes. Algunos de vosotros actuáis por impulso, guiados por la pasión y el
prejuicio, y traéis a Dios ofrendas impuras, manchadas. Por amor de Cristo,
limpiad el campamento, comenzando, por la gracia de Cristo, la obra personal de
purificar el alma de la contaminación moral. Un ministro que desde el púlpito
hace chistes o exagera la nota para obtener alabanza, es un espectáculo que
crucifica nuevamente al Hijo de Dios y lo expone a la vergüenza. Ibíd. 146, 2
Una vez más deseo cooperar con Cristo y con los ángeles en la sagrada labor de expandir su obra, tenemos la promesa
siguiente: “Mientras continuaran
trabajando unidos, los mensajeros celestiales irían delante de ellos abriendo
el camino; los corazones serían preparados para la recepción de la verdad y
muchos serían ganados para Cristo. Mientras permanecieran unidos, la iglesia
avanzaría “hermosa como la luna, esclarecida como el sol, imponente como
ejércitos en orden.” Cantares 6:10. Nada podría detener su progreso.
Avanzando de victoria en victoria, cumpliría gloriosamente su divina misión de
proclamar el Evangelio al mundo. Hechos de los Apóstoles, 74.3